Un sabor de hogar

El timbre de la puerta estaba sonando. Podía oír mucha gente dentro de la tienda, y todos se estaban riendo. “¡Buenos días!” “¿A quién le toca ahora?” “¡2,58, por favor!” y “¡muchísimas gracias!” eran las expresiones comunes. Las dos mujeres que estaban detrás del mostrador fueron pacientes conmigo cuando mis ojos estaban mirando a todas las cosas. Había postres de todos los tipos – círculos con glaseado o azúcar, magdalenas de todos los tamaños, cuadrados con almendra, empanadas con vegetales, tarta y tortas, y mucho pan. Los colores eran variados – de color hueso, café, negro, blanco, y un poco de rojo. Luego, había olores riquísimos. Había azúcar y levadura en el aire y era aromático. El olor era sencillo, pero muy delicioso. Entonces, decidí que quería dos pequeñas rosquillas. Las rosquillas circulares eran más pequeñas que mi mano, pero estaban llenas de azúcar. La mujer colocó mis rosquillas en una bolsa de papel y luego una bolsa de plástico. Las bolsas se arrugaban en mis manos cuando yo pagué por mis dos anillos de dulce y fui afuera. Las rosquillas eran muy delicadas en mis manos y entre mis dedos. Mis dedos estaban pegajosos con la mezcla de azúcar y golosina. Pero no tenía ningún problema y comí los dos. Yo mastiqué lentamente y saboreaba cada bocado. El gusto de las rosquillas era dulce, muy dulce. La experiencia de la pastelería aquí era la misma que una pastelería de Estados Unidos, solo con dulces diferentes. ¡Es posible que los dulces sean mejores aquí! Para mí, las pastelerías proveen un sabor de hogar con una variación española.

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