La experiencia de una cafetería española

No hay duda en que las cafeterías son una parte integral de la cultura española. Para el desayuno, para pasar el tiempo, o reunirse con unos amigos, se va a tomar un café. Cuando se entra en una cafetería, cada una es una experiencia nueva. Desde las que son modernas hasta las antiguas, siempre hay café bueno y gente sin preocupaciones que pasa el tiempo relajándose y charlando entre ellos.
En donde me siento ahora, veo el fondo de una gran catedral gótica, cuyas piedras casi blancas se extienden hacia el cielo azul. Qué contraste tiene contra la muralla romana, guardando la ciudad preciosa que queda al otro lado. La catedral sobresale de la frontera antigua con piedras rectas y lineales. A su lado está una muralla oscura, con las piedras redondas, sin organización, que forman la base de una edad perdida.
Aquí me siento con un café con leche caliente, mirando la historia que nunca entenderé desde una cafetería casi moderna. Cuando se entra aquí está oscuro. Las sillas son negras. Las mesas son negras. Las cortinas son negras. Las paredes son negras. Y allí en el centro hay una columna dorada. Como la muralla de fuera, hay pruebas del antiguo reino de León, cuya influencia es inevitable. Debajo de las luces del bar, cubiertos con hojas doradas, la gente está iluminada fumando lentamente los cigarrillos blancos. Se ve el humo flotando hacia la luz, y todo está casi paralizado. La gente es de mediana edad y me parece que no tiene preocupaciones este fin de semana. En este momento, no hay nada que hacer excepto fumar y tomar una copa bajo la luz de oro, mirando una muralla romana y una catedral gótica.
Me encanta el ambiente relajado de tomar unos cafés y charlar hasta que quieres. A veces hay humo de marihuana, y vemos que el camarero está sentado con sus clientes para pasar un rato. Aquí no hay preocupaciones, por lo menos no se piensa en ellas o no importan en este momento, en esta cafetería.

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