La Gente que Dice Todo


Bajo del tren, y empiezo a caminar hasta la salida. Veo un grupo de madres y una mujer que tiene el pelo rizado. Me da un vuelco el corazón. Casi no puedo coger las maletas porque las manos están sudando. Nunca en mi vida he estado tan nerviosa como en este momento. Llego al grupo y la mujer con el pelo rizado me presenta a mi “madre”, Angelines. Angelines tiene una estatura baja, y pelo moreno y largo. Tiene una sonrisa grande, y me parece muy maja. Ella coge una de las maletas y vamos al coche. No hablo mucho en el coche, porque tengo mariposas en el estómago. Llegamos al piso y subimos en el ascensor. Angelines me dice, “¿Que estás muy pálida, no te gusta ir a la playa?” Me pone roja inmediatamente. No puede ser. Digo que sí, que me gusta ir pero que es verdad, que todavía estoy muy pálida. No lo creo. Conozco a esta mujer sólo hace veinte minutos y me dice esto.

Antes de venir, escuché miles de veces que la gente de España es muy directa, pero sigo siendo sorprendida cuando oigo algo tan directo como la historia que comenté antes. Angelines es la persona más directa que he conocido aquí. Por ejemplo, no hay mucha comida que me gusta, y se lo dije a Angelines en el primer e-mail que le envié a ella, pero estoy probando todo que ella cocina aquí. Una noche, nos estuvimos sentados en la mesa de la cocina, cenando, cuando ella me dijo, “Pero no estás tan delgada para lo que comes.” No sabía que decir. Me pregunté a mí misma si ella me había llamado gorda. Decidí que no puedo pensar tanto en estas cosas porque me volveré loca. Es diferente en los Estados Unidos porque en vez de decir que una hija está gorda, una madre le diría, “¿Piensas que debes comer las galletas?”

Sin embargo, lo directo no para con las madres. Cuando estamos en los bares, con poca luz y llenan de gente, los chicos son muy directos. Una vez, había un chico con pelo moreno y un poco largo. Tenía un rostro redondo y una estatura alta. Estaba caminando desde un lado del bar al otro, y pasé detrás de él. Este chico extendió la mano para tocarme la barbilla. Me sorprendió, y saqué la cabeza de la mano. Le di una mirada que mata. Por último, él estaba enfadado conmigo por la mirada. Los chicos en los Estados Unidos pueden ser maleducados, pero nunca he tenido una experiencia así en Holy Cross.

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