La gente se cabrea
por todo. No sé si es tan común como yo lo veo pero, en mi experiencia, la
gente de España se cabrea por todo. Antes que nada, la palabra “cabrear” es
sinónimo de “enfadar,” aunque se refiere
a un enfado un poco más fuerte Cuando
uno se cabrea, se altera demasiado y termina discutiendo sobre un asunto
normalmente absurdo e insensato y que no vale la pena disputar; es decir, se molesta por nada. Con jóvenes de mi edad,
según mis observaciones, suele pasar mucho en la universidad cuando el profesor
hace una declaración o una pregunta, y los estudiantes—y hasta él
mismo—empiezan a argumentar apasionadamente sobre un tema (como la naturaleza
frente a la crianza) que ni si quiera es tan serio. Lo toman a pecho como si estuvieran
discutiendo el aborto y verdaderamente se enojan cuando alguien no está de
acuerdo con ellos, levantando la voz y defendiendo su lado con vigor. Es que
esto ya no es debate; esto es gritar por gritar. En cuanto a los adultos, lo
mismo ocurre entre ellos durante la comida—donde lo he experimentado, en mi
casa, con más frecuencia. Puedo pensar en muchos ejemplos de esta absurdez,
pero el que más me sorprendió fue cuando mi mamá anfitriona le sirvió demasiada
comida a su esposo. Supongo que él tenía menos hambre ese día porque su plato
se miraba igual que el de siempre; sin embargo, cuando él lo miro, se fastidio.
Armó un berrinche de diez segundos hasta que mi mamá anfitriona le quito algunos
macarrones de su plato—no lo pude creer. En general, cuando la gente se cabrea,
me parece muy gracioso porque parecen niños castigados que les han prohibido comer
dulce. Pero, al mismo tiempo, creo que es una ridiculez molestarse por cosas
pequeñas y termina siendo, en fin, muy irritante.
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